PRÁCTICAS ALUMNA EDUCACIÓN SOCIAL 2017

La unión de la experiencia de realizar mis prácticas profesionales en una realidad totalmente diferente, con la herramienta del diario reflexivo, se ha erigido en la metodología idónea para desarrollar mi aprendizaje en su máximo valor competencial como de capacidades, de actitudes, de valores.
Tras releerme tomo conciencia de que no soy la misma que empezó a escribir esas palabras. Este viaje ha supuesto en mí el despertar de los sentidos:
Ahora miro al mundo con otros ojos: veo muchos más colores, sentimientos y formas, me fijo en más detalles, en las pequeñas cosas; por mi boca no salen las mismas palabras: estas están enriquecidas con condimentos como la equidad, la solidaridad, la humanidad, el respeto, el amor, la empatía…; mi nariz ha disfrutado de nuevos olores y ahora no quiere dejar de seguir olisqueando; escucho desde otros oídos que están más abiertos, que pueden oír y, sobre todo, entender mucho más; conozco otras texturas, otras pieles, otras manos… y así, no toco el mundo de igual forma; mis pies están seguros, mis pasos son más firmes; mis manos son más comprensivas, trabajadoras, autónomas y eficaces; siento y vibro con otra energía: positiva, veraz y capaz.
Además, tras leer todas esas páginas en blanco que se llenaron de ideas, reflexiones, sentimientos, sueños y experiencias, apenas sin darme cuenta, al recordar todo lo vivido, el interrogante de qué es cooperar (que tan presente he tenido en estos últimos meses, al que tanto miedo me daba enfrentarme, que tanto cuestionaba…) cobra ahora todo su sentido.


Adoptar la rutina de levantarme cuando sale el sol y acostarme cuando se esconde. Acostumbrarme a vivir con centenares de picadas y a convivir con cucarachas, arañas y la gran diversidad de insectos que forman la selva. Que se detenga el tiempo al vuelo de una mariposa azul. Cuando el amarillo pasa a llamarse “color sol” y el azul “color nube”. Que se convierta en hábito compartir todo lo que tienes, aunque tengas mucha hambre. Dejar y pedir que te inspeccionen el pelo en busca de piojos. Hervir el agua antes de tomarla, cocinar en candela, lavar la ropa a mano y la vajilla en tinas. Comer frejol, arroz y plátano cocinado de todas las formas posibles y a todas horas. Disfrutar de largas veladas con la familia Tapullima y sentirse parte. Aprender a valorar nuestras raíces, cultura y saberes ancestrales. Dejarse llevar y bailar al ritmo de nuevas melodías. Compartir apretones de manos con mujeres desconocidas, pero a la vez cercanas, en los largos viajes llenos de gente por carreteras intrincadas. No saber en qué día vives: los lunes ya no son lunes, todos los días son buenos, todos los días hay nuevas oportunidades, retos o aventuras. Razonar y cerciorarse de que tenemos que cuestionar la estructura social y el contexto y no a las personas. Emprender nuevos proyectos e ilusiones junto a la gente de aquí, trabajar juntos/as. Aprender a vivir sin necesidades creadas: entender lo bonito que es el mundo cuando estamos desconectados de las redes sociales y nos conectamos a la vida, a la naturaleza, a las verdaderas relaciones entre personas y animales. Cuando nos fijamos y valoramos los pequeños detalles como las miradas, la infinidad de sonidos que nos regala la selva y las tantas otras cosas preciosas y a la vez necesarias que nos perdemos por no mirar, con nuestros propios ojos, lo que nos rodea. Aprender a mirar la vida, descubrirla, sentirla y amarla. Poder desconectar de un Norte, en muchas ocasiones, avaricioso, consumista y egoísta y poder conectar con un Sur amable, natural y humano. Tejer, que va mucho más allá de confeccionar chumbes: tejer conversaciones, amistades, confianza, historias, risas, lágrimas... momentos mágicos. Cosechar café, esfuerzo y sonrisas. Pasear por las calles de Chirikyacu vistiendo una falda como la de ellas y sentirme en casa. Compartir historias, miedos, inquietudes, preguntas, curiosidades… alrededor de la candela con una taza de café caliente en la mano. Acompañar mesas pobres pero llenas de ilusión. Aprender nuevas formas, abrazarlas y amarlas: enriquecerse por lo sencillo. Aprender mucho más de lo que puedes enseñar.
Chirikyacu se ha convertido en mi hogar, mi familia, mi vida. Ha sido el pueblo humilde que me ha enseñado a caminar: la puerta que me ha permitido descubrir que otra vida es posible, otra vida muy diferente y llena de tranquilidad, paz, libertad, solidaridad y sobre todo gente buena. También la ventana que me ha permitido ver y valorar todas esas cosas tan importantes que nunca había apreciado antes.
Sin saberlo, me han regalado lo mejor que me podrían regalar.
Emma Llopis Rambla