CHIRIKYACU (Agua fría) por Joan Maria Senent

Amanece en la selva. Son las 5.30 de la mañana y un resplandor rojizo aparece por encima de los cerros que delimitan la cuenca del río Huallaga, que junto al Marañón dan lugar al Amazonas. Los primeros rayos de sol encienden las hojas de los grandes plataneros como si de un incendio matinal se tratara. Los gallos nos regalan su primer concierto; algún caballo se une para hacerse de notar y los pájaros, cual violinistas de esta mágica orquesta llenan el aire con sus trinos.  La vida empieza lentamente en la comunidad.

 En la comunidad nativa de Chirikyacu, desde el balcón del albergue “Valencia Wasi”, construido con fondos valencianos,  el espectáculo es grandioso. Aún no hace calor, después de una noche fresca en la que los zancudos (mosquitos) no nos han molestado mucho. Más allá del paisaje, el panorama es realmente contradictorio: los techos de palma de las casas y cabañas se entrecruzan con las antenas parabólicas para captar la TV vía satélite,  el cacareo de las gallinas que picotean junto a las casas con la música electrónica de alguien que dejó su magnetófono a todo volumen, y los hilos y postes de la luz (que llegó acá hace dos años), con el fuego que las mujeres han encendido junto a la cocina del albergue, pues prefieren cocinar así, antes que con la cocina de gas. Es un permanente choque cultural. 

Ayer, cuando Carlos le decía algo en quechua a un niñito de 2-3 años, su madre nos decía que el niño aún no lo entendía bien y que se lo estaba enseñando, pero el niño ya hablaba castellano. La selva amazónica es en nuestra mente un lugar de vegetación exuberante, y así es en parte, pero al mismo tiempo el principal problema de acá es la deforestación. Vivir aquí es aceptar vivir en permanente contradicción.

Dos cosas te llaman la atención en cuanto estás unas horas en la comunidad, que tiene unos 150 habitantes: no hay muchos niños, a  diferencia de lo que he visto en otras comunidades nativas y no hay hombres adultos, de más de 40-45 años. Pregunto a Carlos y me explica las razones: las mujeres toman un “viborachado” (poción hecha a partir de veneno de serpiente) que les da el chamán y que tiene efectos anticonceptivos.  De esa manera regulan la natalidad. Respecto a los hombres, su respuesta es más sorprendente: los ancianos tienen sus pequeñas “chacras” (huertos) en Lamas. ¿Ancianos, hombres de 45-50 años? La palabra me golpea desde mis 58 años, pero lo entiendo rápidamente: en una comunidad donde la esperanza de vida está sobre los 55 años, un hombre de 50 es ya un anciano. Se te hace difícil de asumir pero la explicación es sencilla. En cambio si encuentro mujeres ancianas. Son ellas las que trabajan tradicionalmente el barro y los tejidos,  y son ellas los que  enseñan el oficio a las siguientes generaciones. Una artesanía de uso doméstico, que no comercializan, pero que tiene un gran potencial.


El trabajo es comunitario, aunque la economía es familiar. Los hombres llevan el trabajo de la comunidad guiados por el Apu (Jefe) que es elegido. Las mujeres trabajan en la chacra (huerta), recogen y secan el café, a muy pequeña escala, hacen las vasijas, tejen cinchas y cinturones, cocinan  y por tanto se ocupan de recoger leña,  cuidan de los niños, etc. O sea que trabajan bastante más que los hombres, para no variar. Sus pocos ingresos provienen de la venta del café. Han tenido ingresos durante la construcción del albergue pues la ha hecho totalmente la comunidad: los hombres trabajando en el terreno y la construcción, y las mujeres tejiendo los techos de palma. Ahora la gestión del albergue, del que se ocupa la comunidad, empieza a traer algunos ingresos, tanto por el tema del alojamiento como por la cocina. En mi último día en la comunidad llegaron 90 estudiantes de la universidad a pasar el día, lo que significó un día entero de preparación, pues ellas debían darles desayuno y comida, y salieron bastante airosas.


Joan Maria Senent, profesor de la Universidad de Valencia.

MI MAYOR APRENDIZAJE…


Eran muchos los destinos a elegir para realizar las practicas del máster de Cooperación para el desarrollo, eran muchos los destinos fuera de España, eran muchos los destinos en Latinoamérica, pero algo dentro de mi sabía desde hace mucho tiempo, que yo el único destino que quería era Perú y sinceramente el proyecto ofertado en esos momentos no cobraba tanta relevancia como mis ganas por conocer ese maravilloso país. Una vez conocido el proyecto mis ganas por Perú aumentaron todavía más, ¡un proyecto en una comunidad nativa! Y para si esto fuera poco situada en la selva alta de la amazonia peruana.

Hace ya un tiempo que volví y aun no puedo expresar con claridad todo lo que sentí, todo lo que viví, todo lo que aprendí estando allí. Quizá ahora lo magnifique y cargue de una intensidad innecesaria mis días en Chirikyacu, pero fuere como fuere ha sido algo que me ha hecho crecer y como tal merece la pena ser contado, ser trasmitido.
Chirikyacu es una pequeña gran comunidad formada por alrededor de unas 200 personas, entre la que encontramos algunos niños, escasos ancianos  y gente adulta que se relacionan e interactúan entre ellos haciendo posible un sistema de autogestión para todos los habitantes.  Su ocupación principal y única fuente de ingresos es la agricultura migratoria, lo que inevitablemente pone en peligro la supervivencia de los suelos fértiles de la selva, debido a su sistema de quema cuando la cosecha termina. Grave problema del que se hicieron eco la Universidad Nacional de San Martín y la Universidad de Valencia. Para intentar paliar la situación empezaron a trabajar conjuntamente en el proyecto de construcción de un albergue ecoturístico, facilitando así una nueva alternativa para conseguir otra opción de ingresos y mejorar el buen desarrollo de la comunidad. Y desde hace unos tres años es el único fin que persiguen las diferentes acciones llevadas a cabo en la comunidad; mejorar la calidad de vida de los habitantes de Chirikyacu.
Desde el ámbito de la cooperación mis funciones allí no estaban claramente definidas en un principio, por lo que las dudas asaltaban mi cabeza constantemente. ¿Qué podía hacer yo en una comunidad en medio de la selva con personas que no tienen nada que ver conmigo? ¿Realmente estoy preparada para esta experiencia? ¿He aprendido algo en el máster que pueda utilizar?  Un sinfín de interrogantes que sin duda se fueron resolvieron y disipando durante mi estancia.
Fueron 5 los meses que pase trabajando codo a codo con los hombres, con las mujeres, con los niños. 5 los meses que pase aprendiendo, porque hoy sin ninguna duda puedo afirmar que he aprendido mucho más de lo que haya podido enseñar.  En cada conversación, en cada taller, en cada charla, en cada caminata, en cada comida, en cada juego, en cada confidencia, en cada día a día aprendí a sacar la mejor persona que todos llevamos dentro. Aprendí a vivir sin necesidades creadas, aprendí que todo las cosas que nos unen son mucho más que las que no separan, aprendí a vivir en un contexto totalmente diferente del mío y supe que soy capaz, aprendí que la felicidad no es algo que se encuentre, sino algo que está dentro de nosotros. Hay un tipo de felicidad que ninguna cosa material puede darte, está en un paisaje, en una sonrisa, en una mirada, en un soplo de aire.
¡Me he sentido viva! La comunidad me ha dado la oportunidad de poder desarrollarme como individuo y como profesional tanto de la cooperación como de la educación, me ha permitido crear e intercambiar conocimientos. He podido poner en práctica todo lo que creía que no había aprendido en un aula.
 He aprendido que las dificultades y los errores pueden ser los mejores maestros, dificultades por tratarse de un proyecto nuevo que apenas está empezando a caminar y cuyos recursos son escasos, dificultades por ser la primera vez que se ofertan practicas para este destino, dificultades por enfrentarme a una cultura y a un modo de proceder diferente, por sentirme sola y perdida muchas veces, por tener miedo, por no saber qué hacer ni cómo hacerlo, pero gracias a todo esto hoy puedo escribir estas líneas y afirmar que ha sido una de las mejores cosas que he hecho en mi vida.
Mª  José Gallego Gutiérrez

ESTANCIA DE PROFESORES DE LA UNIVERSIDAD DE VALENCIA EN LA COMUNIDAD DE CHIRIKYACU

A petición del Prof. y compañero Javier García me pongo a escribir acerca de mi experiencia en la comunidad de Chirikyacu, comunidad indígena lamista, y es tal la emoción que siento al recordar el tiempo que estuve allí, tan corto pero tan intenso, que si mañana me dicen que si quiero volver, no lo dudo, la mochila la tengo preparada, porque tengo que decir que me sentí plenamente feliz con sus gentes.
Cómo no recordar a Milagros, tan sencilla y amable, con que cariño trata a sus hijas, a su esposo Liberto y este a su vez tan sabio, nunca olvidaré la lección que nos dio sobre el conocimiento de las plantas, es un auténtico etnobotánico, como aman las gentes su tierra, como la cultivan, la cuidan, no es para menos, pues es de una belleza que te va atrapando poco a poco

Pude observar la ilusión con la que las familias preparaban unos farolillos, a partir de elementos tan sencillos como una caja de cartón, para la fiesta nacional, ¡qué creatividad!, Como utilizan el barro, fabricando sus utensilios de cocina, son verdaderos alfareros, o como trabajan con diferentes tipos de hilo, los tintan y hacen sobre todo las jovencitas, bolsas y cinturones con un colorido que alegran cualquier indumentaria. Ni que decir del café, eso sí que es ecológico, no tiene ni un producto químico, hasta los rayos de sol que lo seca son puros. 
Durante mi estancia allí me aloje en el albergue, Wasi, que participó en su construcción la Universidad de Valencia, soy una privilegiada, las condiciones de las viviendas son muy deficitarias, carecen de las mínimas condiciones higiénicas sanitarias, hay que verlo, para hacerse una idea de lo que es el día a día de estas gentes, donde no hay ni un sistema de alcantarillado sanitario, lo que hay son letrinas.
En cuanto a las estructuras de Salud, dispone de  una posta sanitaria, en unas condiciones, casi de ruina, por no decir que les habían cortado la luz. Cuando estuve allí estaban terminando de construir una nueva, esperemos que ya hayan finalizado las obras y finalmente pueda ser atendida la gente en unas mínimas condiciones de confortabilidad
La posta estaba atendida por una enfermera y una obstetra, mujeres dedicadas a su profesión, en condiciones muy difíciles El hospital de referencia se encuentra en la localidad de Lamas a media hora de las comunidades
En Educación, cada comunidad dispone de profesorado de primaria e infantil. La enseñanza obligatoria finaliza a los 11 años, cuando llegamos allí nos estaban esperando las niñas y niños vestidos con sus mejores galas, el traje típico Lamista, ¡¡¡preservado para las grandes ocasiones!!!
Pero no estábamos allí de vacaciones sino para trabajar con la comunidad  y en mi opinión, después de observar y entrevistarme con distintas personas de las comunidades, considero que habría áreas prioritarias de intervención, por grupos de población, partiendo de la intervención participativa de la comunidad,
Planificar intervenciones en Educación para la salud en:
Salud buco dental, tanto en población adulta como en niños
Higiene corporal, fundamentalmente de las manos debido a la gran prevalencia de parásitos,
Alimentación
Utilización de los recursos naturales, etnobotánica
Educación afectivo sexual
Protección : saneamiento y aguas residuales
Capacitación en gestión turística, (gastronomía, agricultura, herboristería, talleres de artesanía local…) guías locales, dirigido fundamentalmente al grupo de población de adolescentes- jóvenes.
Construcción de lavabos en la escuela

¡¡¡Hasta pronto gentes de Chirikyacu!!!
Enero 2013
Luisa Ruano. Profesora de Enfermería de la Universidad de Valencia

PRÁCTICAS DE ALUMNAS DE LA UNIVERSIDAD DE VALENCIA

En Agosto de 2012 se ha iniciado un programa de prácticas de alumnos de grado y postgrado. Desde Agosto de 2012 a Enero de 2013 ha estado desarrollando sus prácticas la alumna Diana Teresa Santana Martín de la Facultad de Educación. Desde Noviembre de 2012 a Enero de 2013 han realizado las practicas del Master de Cooperación de la Universidad de Valencia María Navarro Llacer, Arquitecta  y  MªJosé Gallego,  Educadora Social y Pedagoga.


A través de las prácticas se pretenden alcanzar algunos de los siguientes objetivos:

- Contribuir a la mejora de la educación formal y no formal
- Mejorar las relaciones sociales de la comunidad
- Apoyar los valores culturales , fomentando el bilingüismo y las prácticas artesanales
- Mejora de las instalaciones y  las infraestructuras
- Asesoramiento en la gestión turística


Durante la estancia de las alumnas de la Facultad de Educación se han realizado las siguientes actuaciones educativas:

- Huerto para autoconsumo de la comunidad, actividades didácticas de los escolares suministros al alojamiento.
- Promoción del kechwa: Instalando la señalización mediante carteles, tanto en la comunidad como en el albergue.
- Creación del parque infantil con materiales en desuso.
- Decorar la fachada de la escuela para hacerla más cálida, con la contribución de los niños.

COOPERANTE PIONERA


Un día de Octubre subí por primera vez a Chirikyacu, desde la ciudad de Tarapoto a Lamas con carro, y desde Lamas hacía las comunidades con otros carros. Normalmente se espera a que se llenen los vehículos, pero ese día un conductor con una mirada a las nubes y un “ya viene la lluvia” nos cercioró de que iba a llover fuerte, pues se decidió pagar el carro entero y avanzar camino a las comunidades. El camino o “trocha” de subida va internándose en la selva alta poco a poco, con la lluvia el paisaje se vuelve inhóspito y peligroso para moverse en auto, el barro hace que las movilidades patinen. Los carros son viejos, pero a la vez guerreros, y los conductores conducen rápido. A medida que avanzábamos veíamos a motocicletas detenidas a medio camino, con una o dos personas que se cubrían con un chubasquero, y que tendrían que esperar a que bajara un poco la intensidad de la lluvia para seguir su camino.
Cuando llegamos a Chirikyacu el coche nos dejó frente a la casa del carpintero, la lluvia seguía siendo fuerte y con el aire se volvía medio molesta. Caminamos hasta llegar al albergue y al tambo para iniciar mi presentación a la Comunidad como voluntaria española e Ingeniera Forestal en Cooperación para el desarrollo de esta. La participación en la asamblea de presentación fue interesante, a las asambleas sólo acuden los hombres y en el caso de que el marido no pueda asistir lo hace la mujer. El caso es que para ese entonces yo no sabía esto, por lo que me vi frente a 30 hombres y me apuré, aunque la aceptación por su parte fue inmediata. Cuando terminé con mi presentación (que no debieron ser más de dos frases) todos aplaudieron e incluso, gastaron bromas al respecto de que me iba a convertir en una nativa más, casada con un nativo. Se pidió al “Apu” de la Comunidad, quien es la máxima autoridad de esta, una reunión con todas las mujeres en el tambo, para poder presentarme ante ellas, pero sólo 5  estuvieron presentes. Después de pasar mi primera noche en el albergue, paseamos por la Comunidad para presentarme a la gente. Recuerdo que los niños se escondían al verme pasar, e incluso si les miraba más de lo que consideraban normal se ponían a llorar. La actitud de las mujeres hacía mi era más prudente que la de los hombres, aunque las jóvenes resultaban más curiosas, éstas observaban desde las espaldas de sus maridos. Aunque desde el primer momento me sentí aceptada, dudé en muchas ocasiones de que les gustara mi compañía, aunque mi trabajo en un principio era para desarrollar tareas forestales en el alrededor del Albergue, se convirtió en una tarea básicamente social.

Con el paso de los días comprendí que revertir la economía de la comunidad es muy complejo, por una parte ellos dependen de su trabajo en el campo para poder vivir, y eso supone dejar de lado éste para dedicarse a otro que todavía no les da beneficios. A medida que pasaban los días resultaba más fácil trabajar con las mujeres que con los hombres, a estos se les pedía la colaboración de sus mujeres para poder, por ejemplo, tejer las cortinas para el albergue. Las mujeres solamente acataban las órdenes de sus maridos y participaban en la actividad, pero por el contra los señores podían decidir si dedicar su tiempo o no dedicarlo. Recuerdo que les pedí ayuda en una asamblea para que me guiaran a las cataratas y poder hacer un tríptico sobre la ruta, que ayudaría a aumentar la oferta de actividades en la comunidad y para promover la visita de turistas. No obstante, al ser época de recolecta de frijol no disponían de tiempo para dedicar a dicha actividad. Al cabo de unos meses, volví a pedir un guía para realizar la ruta a las cataratas, pero no nos pudo acompañar ningún comunero, lo hizo un niño y su abuelo, pero tuvimos que regresar porque llovió fuerte y resultaba peligroso. Así pues, aprendí que para que los nativos trabajen contigo, tú has de trabajar con ellos. El eje de la cuestión es que la comunidad tiene que hacer un sobreesfuerzo para poder gestionar correctamente el albergue, además, mi presencia allí les indica que hay una persona que va a trabajar para el albergue. Es decir, no es fácil entender para ellos que debíamos colaborar conjuntamente, para el bien del albergue ya que no toda la comunidad siente el albergue como suyo. De sus 340 habitantes sólo unos 35 hombres son cabeza de familias, de esos 35 dedican tiempo y esfuerzo al albergue un máximo de 8 hombres que arrastran a sus familias al trabajo en el proyecto (un 23% de familias), el resto de los comuneros participa en momentos puntuales. No obstante, sólo una familia, la familia del Presidente del Comité de Gestión Turística, tiene continuamente presente el trabajo de mejora de las condiciones del albergue. Hay que añadir que mi presencia en la comunidad me permitía participar en las asambleas mensuales donde proponía para el mes siguiente trabajos en el albergue, solía ser los momentos más interesantes para programar trabajos donde la participación comunera sería máxima.
Para conseguir la confianza de la comunidad me dedicaba a hacer visitar por las casas, conversar con mujeres y hombres, y jugar con los niños. Cuando me proponían trabajar en la “chacra” (parcelas donde siembran y trabajan casi todos los días) aceptaba, trabajaba codo con codo sacando maní y transportándolo a la comunidad a la manera nativa (cargando 5 kilos envueltos en una especie de pañuelo grande y cargados en la cabeza). Cuando alguna familia me proponía visitar a otro familiar de un pueblo cercano, para llevarles frijol y traer de vuelta fruta, me levantaba a las 5 de la mañana para acompañarles, cargando en mi espalda los kilos que fuesen necesarios durante las diversas horas de caminata para llegar allá. Así, poco a poco, conseguí la confianza de la gente de la comunidad, a la vez que yo sentí que era mi casa. Poco a poco me di cuenta que los niños preguntaban por mí, me buscaban, ya me daban besos y se divertían jugando conmigo. Además, me sentí muy aceptada entre las mujeres, siendo una más cuando tenían conversaciones, aunque normalmente suelo ser el centro de atención. Con el tiempo, los hombres permitían que me sentara con ellos a conversar e incluso me ofrecían trago cuando llegaba la noche y se reunían, al fin y al cabo creo que les divertía mi presencia porque suelo ser bastante bromista y entro en el juego, aunque a veces no lo entiendo todo. Aprender un poco de kechwa fue una experiencia interesante, y que permitió un poco más de acercamiento e incluso supuso un tipo de conexión entre el grupo y yo. Durante mis días de trabajo con las mujeres observé que una de ellas tenía una gran capacidad creativa y además tenía seguridad y confianza en sí misma; así pues intenté explotar esa capacidad.
Durante mi estancia, hice un inventario de cosas que había que mejorar y otras tantas que faltan para seguir con la implementación de mobiliario para el Valencia Wasi con la finalidad de que resulte atractivo para el visitante. Para poder realizar todas las mejoras hace falta un ingreso económico importante que no puede llegar de otra parte que no sea del mismo albergue. Así pues, mi función en este aspecto fue capacitar a la dirección para hacerles conscientes de que los ingresos económicos tienen que ir destinados a la mejora del albergue. Así pues, se subieron el precio de las dietas así como del hospedaje (sin ser exagerado) para aumentar la cantidad de ingresos que recibía la Comunidad.
El hecho de que les prestara ayuda en sus trabajos en la “chacra” o en otras labores permitió obtener de los nativos un esfuerzo extra en el trabajo destinado al proyecto del Valencia Wasi. Además, dediqué un tiempo a traer al Albergue, como turistas, a personas de mi confianza que no conocían a la comunidad y que también son españolas de manera que instantáneamente se ponía en marcha el Comité de Gestión Turística para el acondicionamiento del albergue, y a la vez se veían incrementados los ingresos. Se aprovechó para pasar unas encuestas a los visitantes, pidiendo opinión sobre el servicio y las comodidades que se ofertan para poder mejorar la oferta de una manera eficiente. Con los ingresos que se obtuvieron de dichas visitas se tiene previsto ir mejorando ciertas condiciones, así como reinvirtiendo en el proyecto, a la larga se obtendrá una mejora sustancial que permitirá ofertar el Valencia Wasi como destino turístico desde diferentes ciudades.
Mi presencia como extranjera sirvió para acostumbrar a los nativos a la gente que proviene de otras partes del mundo, y sobretodo que son de diferente color. Los niños ya no se asustan tanto de ver a turistas de tez blanca paseando por la comunidad, más bien les resulta curioso y les divierte su presencia. Además, se acostumbraron a confiar un poco más en la gente nueva, a abrir las puertas de su casa, aunque creo que esta cualidad ya la tenían. No obstante, ahora siento que hacia la gente extranjera son menos pudorosos. Hay que destacar, que derivado de incentivar a Luci, la mujer que resultaba la más creativa y segura de sí misma, y de hablar largos períodos de tiempo con ella se consiguió que en la Asamblea de este pasado Noviembre, donde iban a escoger a la nueva directiva de la comunidad, se propusiera como vocal y fuese aceptada por el resto de comuneros. Como desarrollo endógeno de la comunidad, esté ha sido el paso más importante que yo he vivido como una comunera más. Las cosas van cambiando, aunque poco a poco, a su ritmo.

Chirikyacu Octubre 2011
Laura Montagud